Prefacio

Muchos artistas afirman que si su obra necesita explicación, es que no es buena. Desde mi humilde punto de vista, la obra de Juan Sánchez no se admira desde el desafio intelectual. Sus cuadros son sugerentes; a veces sorprenden, otras veces extrañan, pero en la mayoría de los casos, retan a la imaginación de quien los contempla. Por supuesto, hay excepciones: La Dimisión de Cristo invita a la reflexión, si bien es frecuente que al observar la composición, cualquiera acabe hablando de sentimientos (rabia, pena), por los desvaríos de la humanidad que quedan sugeridos en el cuadro. Juan era un artista honesto y comprometido; principalmente con su propia conciencia. Su mirada serena invita a observar su obra con los ojos del corazón. Cuánto le hubiera gustado que El Principito asistiera a alguna de sus exposiciones...

¿Saben qué? Juan adoraba observar los cielos: los de la mañana, los del atardecer, los de la plenitud del mediodía atlántico. Decía que a Dios se le daba muy bien pintar nubes. Seguro que a partir de ahora, dedica un ratito cada día a retocar los tonos de azul y los claros... como el blanco de su alma.

Oswaldo

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